El escenario económico global está tendiendo a cambiar hacia una situación menos crítica que la de meses atrás, cuando el fatalismo dominaba la eurozona, las nubes grises merodeaban muy bajo por la economía norteamericana, y muchos esperaban un aterrizaje forzoso en el crecimiento de China.  Sin embargo, lo mejor es mantener una actitud de prudencia.

Efectivamente, aún no hay evidencias de cambios estructurales en el manejo de una coordinada disciplina fiscal de los países miembros de la eurozona, y tampoco hay evidencias de reformas para mejorar la productividad y poder impulsar crecimiento.

Por otro lado, aunque personalmente soy más optimista con la economía de los Estados Unidos, se requerirá mucho esfuerzo post-electoral de demócratas y republicanos para consolidar iniciativas económicas que generen más confianza a las empresas para invertir la liquidez acumulada. En lo que se refiere a China, esta ha desacelerado su crecimiento, lo que es alarmante, aunque reduce riesgos inflacionarios; pero un crecimiento de 7.5% podría ser suficiente como para no causar graves problemas en los otros países emergentes que dependen de ello, solo si estos hacen bien su tarea.

Hoy en día hay dos temas adicionales que aumentan la ansiedad. Primero, las fuertes tensiones entre Israel e Irán, los impredecibles efectos geopolíticos con influencia radical en el precio del petróleo y otras posibles consecuencias sociales globales. En segundo lugar, lo que está pasando en los países que han sido aparentemente exitosos en los últimos años por el efecto del alto crecimiento de China y su influencia en los precios de productos comodities, entre los latinoamericanos podemos mencionar a Brasil y Argentina fundamentalmente.

Estos países han gozado de excelentes flujos de dinero sin mucho mérito propio, ya que ninguna o pocas reformas estructurales han sido realizadas para hacer ese éxito sostenible. Brasil, a pesar de bajar sus tasas de interés a niveles históricos, eso no será suficiente para repetir tasas de crecimiento superiores al 4%, y en Argentina la situación puede ser más difícil a mediano plazo, de otra forma no se explicaría la extraña manera de financiar sus compromisos externos y controlar la masiva salida de divisas de los últimos meses.

Hoy es momento de decidir reformas para mejorar la productividad, la situación fiscal, priorizar políticas anti- inflación, incentivar inversiones para apoyar la generación de empleos, priorizar la educación y capacitación técnica de mano de obra para sustentar el crecimiento, y, con prudencia, consolidar expectativas basadas en fortalezas propias, que aprovechen las oportunidades externas, pero priorizando el mercado interno.

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