SABIDURÍA EN LA HUMILDAD

Ninguna institución manejada por seres humanos es inmune a crisis o problemas.  Incluso las más fuertes han tenido momentos difíciles y momentos de gloria.  Pero lo que las hace sólidas y perdurables, no es nunca tener dificultades, sino lo que hacen o dejan de hacer cuando estas se presentan.  En este sentido, son los líderes los que marcan la diferencia.

Y esta vez, es el Papa Emérito Benedicto XVI quien nos ha dado una tremenda lección para todo aquel que tenga una responsabilidad como cabeza de una organización. Mientras lo normal es que los líderes tiendan a perpetuarse en la cima de las organizaciones, es sorprendente ver lo que el Papa ha realizado con valor, y sobre todo humildad, al renunciar a su posición privilegiada poniendo la responsabilidad por sobre los intereses personales.

Solo una sabiduría especial hace viable estas decisiones. No es el tipo de sabiduría que a veces se confunde con inteligencia. No se trata de tener capacidad de entender complejas situaciones con claridad. Tampoco es la capacidad de manejar mucha información al mismo tiempo. No tiene que ver con la articulación verbal fluida y sonora que impresiona a muchos. O de encontrar relaciones causa-efecto de manera rápida y completa. Se trata de la sabiduría relevante que es útil y necesaria después de entender los problemas.

Aquella que se concentra en encontrar las soluciones más eficaces pensando sin egoísmo. En el campo empresarial, sobre todo en las empresas familiares, con frecuencia se ve como fundadores y gestores “milenarios” pierden el rumbo por la desactualización, el apego al pasado, o la menor capacidad de adaptación respecto a nuevos competidores mucho más veloces y creativos.

En la política, durante muchos años, y todavía en estos días, se ven casos de gobernantes y líderes que persiguen perpetuarse en el poder con intenciones no necesariamente alineadas con el bienestar de sus pueblos.

Ceder el paso a otros líderes mas adecuados para enfrentar los desafíos actuales y futuros, es una acción sabia, que requiere mucho carácter, y solo aparece cuando se fundamenta en una virtud todavía no muy bien entendida por muchos: la humildad.

No se trata de pobreza, carencia. Sino de aquello que es todo lo contrario a la soberbia. El que mira a los demás en el mismo nivel. Aquel que no se engrandece por lo material, sino por la sencillez. Es aquella fuerza invisible que conoce al ego, pero que no lo considera su amigo.

Cuando la humildad es encontrada por la sabiduría, entonces aparecen decisiones extraordinarias que engrandecen al líder, y sobre todo a las instituciones que representan.

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