Lo que está ocurriendo en Brasil es espectacular.  El nivel de crecimiento de las inversiones está provocando un nivel de desempleo de alrededor del 5% en regiones importantes, generando una gran escasez de mano de obra calificada, que según la revista brasileña Examen, se requerirán al menos 8 millones de profesionales en los próximos 5 años.  Esta cantidad es imposible generarla localmente en poco tiempo, por lo que la demanda por talento extranjero es una necesidad impostergable.

¿Este fenómeno es resultado de qué?. Lo curioso es que Brasil no ha realizado reformas en sus crónicos problemas, como el ultra complejo sistema tributario, el régimen laboral, fondos de pensiones; ni ha habido un fortalecimiento importante de las instituciones o en el sistema político.
Si bien hay muchas reformas que los gobiernos deberían hacer para atraer inversiones, en la práctica, hay por donde empezar con resultados más rápidos. Chile contó con especiales circunstancias para ejecutar reformas, y le tomó casi diez años consolidarlas hasta emprender un crecimiento sostenido. México lleva casi una década intentando empezar.
La respuesta a la pregunta anterior, en el caso brasileño, está en la consistencia de un modelo estable en lo macroeconómico, atractivo en cuanto a su mercado interno, y abierto a los mercados globales en un momento en que los países emergentes son más atractivos para inversiones que los países desarrollados.

La estabilidad del modelo económico afianzó una inflación baja, cuentas fiscales sanas, tipo de cambio flotante y un Banco Central independiente.

El mercado interno ha sido dinamizado por políticas sociales iniciadas por el presidente Fernando Henrique Cardoso y luego impulsadas a escala por el presidente Lula da Silva, que provocaron una reducción de pobreza del 45 al 30% y el engrandecimiento de una clase media pujante gracias a tres elementos: bonos asistencialistas condicionados dirigidos a clases pobres (sobre todo a mujeres), aumento de salarios mínimos sobre la inflación, y el aumento de créditos a sectores de bajos ingresos para consumo y viviendas.

Esta combinación, junto a fuertes vasos comunicantes entre gobierno, sector privado y comunidad empresarial internacional, dinamizaron flujos de capitales, inicialmente impulsados por el gobierno, y luego continuado con mayor fuerza por el sector empresarial en infraestructura, fábricas, ampliación de comercios, entre otros; incluyendo a oportunistas financieros que toman ventajas de las altas tasas de interés (que tratan de minimizar el sobre calentamiento de la economía) y un tipo de cambio sobrevaluado.
Si bien hay analistas que ven esta situación como insostenible, hay fundamentos suficientes para pensar que el gobierno actual podrá manejar los desafíos de los bajos niveles de productividad y niveles de ahorro, y controlar la inflación.
Lo importante es que lo que pasa en Brasil es digno de emular, siendo la lección, que al menos para empezar, es más importante la estabilidad, el discurso y la consistencia, que las más osadas reformas o que un nuevo “código de la producción”.
Para nuestros jóvenes o profesionales sub-utilizados, por ahora, una buena opción es empezar a aprender portugués.

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