El Papa Francisco asumió el cargo en una época difícil de la Iglesia Católica, para reformarla, re -energizarla, y dirigirla en un mundo cambiante, mucho más complejo y exigente en lo social, político, económico, ambiental y cultural. Su estilo propio, le sirvió para posicionarse como un Papa de la calle, sencillo, coloquial, cercano, amoroso. Sin embargo, últimamente ha sido criticado, en mi criterio con superficialidad, de ser ingrato con su país, hacer partidismo político, y de no tener  posturas fuertes frente a situaciones políticas graves.

La ausencia del Papa en Argentina, puede explicarse por los momentos críticos en la política local en los últimos años, pasando por una excesiva polarización y crispación (de la que él mismo fue víctima cuando se aprobó el matrimonio entre homosexuales en el 2010), y se ha temido que su presencia pueda ser utilizada para exacerbar aún más esta división. En su lugar, ha ido a países como la República Centroafricana, exponiéndose a grandes peligros, pero más necesitados de su presencia.

Se menciona que el Papa es mucho más sonriente con los socialistas que con los gobiernos de derecha.

Se menciona que el Papa es mucho más sonriente con los socialistas que con los gobiernos de derecha. Pero no se ha escuchado que el presidente Kuczinski de Perú o Santos de Colombia, Peña Nieto, Piñera o Macri, hayan sentido más o menos comodidad en relación a otros. Es conocido que gestos más serios los tiene con las autoridades eclesiásticas, con quienes se muestra más exigente y con expectativa que hagan mejor su trabajo. Sin embargo, el Papa es mucho más cariñoso con las personas más sencillas, monjas, enfermos, marginados, que necesitan más de su guía e inspiración.

Su posición respecto a situaciones puntuales, como la crisis en Venezuela, no puede ser tratada sin reconocer que el Vaticano ha pretendido ser muy proactivo y consecuente con ayudar a resolver la crisis, pero fue usado para maquiavélicos objetivos. El pronunciamiento de la delegación al abandonar la mediación, fue claro y duro.
Las reformas internas en la Iglesia, la solución de los problemas en las finanzas del Vaticano, redes de corrupción, y el manejo de los casos de abusos a niños, si bien siempre se puede hacer mejor, han tenido atención y acciones para corregirlos o remediarlos en mayor medida que sus antecesores.

Aquellos que confunden al Papa como un político de izquierda que critica a la economía capitalista, al neoliberalismo, y que su filosofía ambientalista es una prueba más que no concuerda con la prosperidad y crecimiento económico, es una forma muy superficial de juzgarlo. Su encíclica, Laudato si, no promueve ningún elemento marxista de eliminación de la propiedad o iniciativa privada, ni gobiernos totalitarios que centralicen la economía de una nación.

“No puede haber una sociedad floreciente y feliz cuando la mayor parte de sus miembros son pobres y desdidachos”

Su crítica no difiere a la de muchos respecto a la necesidad de controlar la creatividad y práctica del liberalismo económico para evitar excesos. El mismo Adam Smith, padre de la economía liberal, lo escribió así: “No puede haber una sociedad floreciente y feliz cuando la mayor parte de sus miembros son pobres y desdidachos”. Adam Smith no fue defensor del capitalismo salvaje, ni de la codicia como virtud, ni defensor de una burguesía privilegiada.

Su formación moralista práctica lo impedía. Más bien, promovió la necesidad de “legislar para habilitar a los individuos y ponerles en estado de poder surtirse por si mismo de todo lo necesario”.

Manifestó, aunque parezca increíble, más temor por la ambición privada que por la tiranía pública cuando escribió, “…puede decirse que la caprichosa ambición de algunos tiranos y ministros, que en algunas épocas ha tenido el mundo, no ha sido tan fatal al reposo universal de Europa como el impertinente celo y envidia de los comerciantes y fabricantes…”.

Justificar la acumulación y concentración de riqueza a costa del bienestar o derechos de otros, de la idoneidad del medio ambiente para seguir sosteniendo la vida en el planeta, es tener una mirada muy simplista y equivocada del tipo de crecimiento que requiere la sustentabilidad del planeta y la vida humana. De esto es lo que habla Francisco. Y Smith estaría de acuerdo.

Un líder, para trascender, debe exponerse, dar que hablar, arriesgarse al error y a la incomprensión, a estar dispuesto a enfrentar la crítica. Sólo así se cambia al mundo. Significa que está haciendo su trabajo. Por eso defiendo a Francisco.

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