La responsabilidad social empresarial exige una revisión profunda de la manera de comportarse y tomar decisiones en los negocios.
No es suficiente pagar los impuestos y cumplir las leyes, es importante además de la licencia legal otorgada por las autoridades, ganarse la licencia social otorgada por las comunidades y la sociedad en general.

Luego de los grandes escándalos financieros, ambientales e incluso sociales en que marcas globales de mucho valor han tenido que enfrentar, la confianza de la sociedad civil respecto al sector empresarial se ha visto afectada. Situaciones como la crisis de los créditos hipotecarios en Estados Unidos, la contaminación del golfo de México, problemas con trabajo infantil o esclavo en cadenas productivas, son demostraciones de desafíos aún pendientes.
Hay mucho que aprender y hacer. Como por ejemplo, la adopción y cumplimiento sistémico de los estándares ambientales y sociales de las normas ISO9000 e ISO26000, esta última recién emitida, y aunque no es certificable es muy útil para confirmar los procesos con que la empresa se relaciona con sus públicos. Asumir compromiso con los 10 Principios del Pacto Global promovidos por las Naciones Unidas, es otra herramienta potente para orientar comportamientos y decisiones ya que involucra cuatro áreas muy sensibles: Corrupción, Derechos Humanos, Gestión laboral, Gestión Ambiental.

Otra forma importante de demostrar la responsabilidad con los grupos de interés de la empresa, es empezar por mapearlos y delinear programas de diálogo para entender expectativas y manejar mejor los impactos que la empresa genera.

Luego, demostrar la mayor transparencia posible a través de informes anuales que además de reflejar sus resultados económicos o financieros, reporte sobre su gestión ambiental y social, sus logros y sus aprendizajes.
Nadie debe esperar que las empresas sean perfectas, siempre se cometen errores, pero lo importante es demostrar lo que hacemos con ellos. Las organizaciones que no aprenden ni corrigen, verán destruir su valor en el tiempo. Las empresas que aprenden de ellos y corrigen sus rumbos, tendrán la oportunidad de liderar, o al menos continuar siendo competitivas en un mundo en el cual la competitividad no solo se debe desarrollar para ganarle a la competencia, sino en ganarse la confianza de las sociedades que sirven.
Las empresas, cualquiera sea su tamaño o el país donde estén, deben pensar más allá de sus propios intereses financieros, e involucrarse en las agendas para un país más sostenible en lo ambiental y social, y participar proactivamente en las soluciones, dentro de sus capacidades y especialidad, por su propio interés. No debería haber empresas exitosas en países fracasados, pero las hay, siendo esto un reflejo del propio fracaso, o la falta de definir cual es el verdadero éxito.

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