Charles Darwin ya lo decía. Las especies que sobreviven no son las más fuertes, sino aquellas que se adaptan o evolucionan a los cambios de su hábitat natural. Si bien esa frase viene del siglo XIX, ya que Charles Darwin vivió entre 1809 y 1882, y su principal obra llamada “El origen de las especies” fue publicada en 1859, más allá de las controversias, es un concepto que tiene aplicación actual a las diferentes circunstancias de la nueva era que se está gestando en el planeta, las regiones, los países, las instituciones y las personas.

Tendencias que nos presionan

En otras palabras, estamos condenados a adaptarnos y evolucionar, o quedarnos atrás en la frustración, estancamiento o justificación permanente. Pero para hacerlo bien, es necesario tener una concepción lo más correcta posible de hacia dónde nos dirigen las tendencias irreversibles.

Me refiero al cambio climático y sus efectos, el agotamiento de los límites planetarios para la alimentación, los bosques y la vivienda, el crecimiento de la clase media y la población adulta mayor, la afectación de los océanos, la concentración de la población en las ciudades. Esto provoca presiones para el aumento de la productividad, regulaciones más fuertes, sistemas de pensiones reestructurados y nuevas formas de convivir en ciudades más complejas e inteligentes.

A esto hay que añadir la nueva geopolítica multipolar, y las presiones sociales que usan nuevas y crecientes tecnologías para la comunicación que afecta a la política, la educación y la ética sobre todo de la equidad y la libertad, como lo describía Giovanni Sartori (1924-2017) en su libro Homo Videns y la Sociedad Teledirigida (1997). Es imposible no mencionar los nuevos riesgos sanitarios que nadie supo valorar en su real dimensión fruto de imprudentes hábitos y frágiles sistemas de salud a nivel mundial, así como abusos económicos y financieros que pueden provocar nuevas crisis post pandemia.

¿Una nueva normalidad?

Hablamos de adaptarnos hacia una nueva normalidad, pero la realidad insiste en que no hay normalidad, si la entendemos como un estado estable y duradero. Hay que aceptar que lo ordinario es el cambio, y lo extraordinario es la velocidad y lo posible de lo imposible. Por lo tanto, es fundamental un estado mental distinto, de no solo adaptarnos sino sentirnos cómodos con una “no normalidad” como el nuevo estándar y saber estar preparados para gestionarla.

Evolución en las empresas

En el mundo empresarial es fundamental ganar agilidad, impulsar productividad, esforzarse por innovar, tener capacidad de resiliencia, abrazar una gobernanza que facilite estas capacidades, con un propósito orientador y enfoque de sostenibilidad basado en hacerse cargo de los impactos económicos, sociales y ambientales, para estar a la altura de las exigencias de los grupos de interés que definen qué empresa sobrevivirá y cual no.

Y en las sociedades

En las personas, ya sea en sus vidas personales, familiares o profesionales no es tan distinto. Pero en las sociedades, entendidas como la agregación de comportamientos individuales que se convierten en colectivos, que interactúan y generan valores comunes, es fundamental la generación de un marco Ético compartido, adaptado a la nueva era. Esto significa, valorar y estimular los hábitos que generan confianza y capital social en las sociedades, y erradicar con fuerza los hábitos inaceptables de la corrupción, la discriminación, el narcotráfico y el terrorismo de cualquier forma. Así lograremos evolucionar nuestros países, desde la sociedad civil, sin caudillos ni mesías, solo evolucionando la Democracia actualmente tan afectada por el abuso de sus propias virtudes.

Conclusión

Darwin nos dio una versión de la subsistencia. Para nosotros no es suficiente conocerla, hay que hacer las cosas bien, evolucionando hacia la dirección correcta, bajo el mejor sentido de co-responsabilidad.

Publicado en AméricaEconomia.com

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