ENCUENTROS DE PARES IMPROBABLES

El mundo está cambiando a una velocidad insospechada, y nuestro país también. Pero nuestras culturas, instituciones y liderazgos no van al mismo ritmo ni en la misma dirección.

Las comunicaciones son mucho más rápidas, desordenadas, espontáneas y descontroladas, y aun así, nos creemos todo lo que nos muestran sin filtrar ni confirmar. Las expectativas sociales de las poblaciones son más exigentes y se expresan en formas distintas, pero muchos políticos, empresarios e instituciones no las entienden bien.

Sabemos que el mundo requiere modelos de crecimiento más inclusivos, y un medio ambiente más amigable, pero sólo nos movemos si las leyes lo exigen, sin tomar iniciativas proactivas.

Lo anterior genera pesimismo, insatisfacción, desconfianza, en los demás, en los políticos, en los empresarios, en las instituciones, y lo peor, en la misma democracia, fruto del encerramiento en posiciones mezquinas y ausencia de liderazgos transformadores.

No todo es malo, y algunos logros se podrían resaltar, como haber logrado derrotar la inflación, pero llevamos 40 años de frustraciones por ciudades llenas de cordones de miseria, campos abandonados a pesar de sus riquezas, baja productividad, intentos desestabilizadores, instituciones debilitadas, alta corrupción, bajos niveles educativos y minorías aisladas o postergadas.

El resultado de esto decanta en una sociedad con pocas posibilidades de desarrollarse por no tener capital social, es decir, baja o ninguna capacidad de que las personas, a través de la confianza entre ellas y en las instituciones, sean capaces de resolver sus problemas y aprovechar oportunidades.

Para cambiar esto, lo primero es aprender a interactuar entre personas diversas en origen, opinión y perspectiva. Y así pasar de entramparse en posiciones egoístas a encontrar intereses comunes, de no tolerar diferencias a aprovecharlas, de ignorar la diversidad a abrazarla, de adoptar preconceptos a comprender al otro antes de juzgarlo.

La capacidad de valorar y respetar a los demás es el eslabón perdido para construir confianzas mínimas, que permiten diálogos productivos ganar-ganar para lograr consensos. Esto no viene solo, requiere un paso previo: La cultura del encuentro.

Es decir, crear el hábito de salir de nuestras zonas de confort y encontrarnos con otros a dialogar, y no hacerlo sólo en épocas de crisis. Sobre todo con pares improbables, que nunca tendríamos posibilidad de conversar, y así romper suposiciones erradas y descubrir puntos de vista distintos pero útiles.

A través de experimentar esta nueva cultura, que debemos promover con convicción, podremos “incluirnos” en la diversidad, “inspirarnos” de estas experiencias nuevas, y ojalá “innovarnos” individualmente, cambiando nuestras actitudes y paradigmas, en beneficio de un nuevo Ecuador.

Un artículo de #SustainableManagementIniciative

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