Resolver las diferencias que polarizan hoy a la sociedad a través de la razón es fundamental para evitar entrar a un indeseable callejón sin salida.  La situación es de pesimismo, sin posiciones convergentes ni señales conciliadoras aún.  

Ya había mencionado en un artículo anterior que lo más difícil seria la definición del tema o de los temas a dialogar. Y sigo pensando lo mismo.
Dadas las circunstancias, permítanme delinear una ruta alternativa, que empieza por diseñar un proceso que logre agendas de consenso y estructure una institucionalidad que logre transmitir la confianza de que se obtendrán resultados.
El primer paso debería ser establecer mediadores imparciales. La elección de estos facilitadores no es fácil, ya que no puede haber error. Una posibilidad es buscar intermediación de personajes creíbles, incluso de la Iglesia de ser necesario, acogiendo la oferta de apoyo que dejó el Papa en su visita. La tarea a delegar es la conformación de agendas de diálogo flexibles con diversos sectores relevantes.
Una vez establecidas las agendas, debería pasarse a la implementación de las mesas y foros correspondientes para entregar y recibir opiniones, sugerencias, propuestas, dudas, y oportunamente sacar conclusiones, compromisos y consensos mínimos.

Los mediadores facilitan la agenda, pero deben estar acompañados de interlocutores válidos. Acá hay otro problema, que podría resolverse en parte con una renovación adecuada de protagonistas sobre todo del lado oficial, e involucrando personas de la sociedad civil con actitudes que garanticen un diálogo abierto.
Como ejemplo, y guardando las diferencias, en una reciente crisis política de Chile, la presidenta Bachelet viabilizó un acercamiento con sectores alejados con un cambio inesperado en las carteras del Interior y Hacienda, incorporando al gabinete personajes de gran prestigio y capacidad probada. Esto abrió las puertas del diálogo empantanado, sobre todo con el sector empresarial y sectores políticos duros.
Un tema relevante en este proceso es que el gobierno haga compromisos que aclaren las expectativas, y destruyan rumores sesgados, o mal intencionados, que suenan en las redes sociales. Como el supuesto dinero electrónico inorgánico, nuevas monedas, fragilidad del sistema bancario, y una serie de comentarios sin fundamentos, pero que pueden impresionar a mentes poco informadas. Anclar las expectativas en lo fundamental, como defender la dolarización, mejorar el equilibrio fiscal, y apoyar las inversiones privadas, es intuitivamente necesario; y, finalmente, fomentar la unión entre los ecuatorianos fijando metas comunes de largo plazo que incluya a todos, sin discriminación.
Este proceso es vital para recuperar la paz ciudadana y dedicarnos a salir juntos de esta crisis política y económica.

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