Río de Janeiro, 22h15.  Salgo del hotel en procura de un cajero automático cercano para sacar efectivo y poder pagar el taxi que me llevaría a una cena programada.  Sorpresa, el cajero no funciona. Identifico un letrero que dice: Por razones de seguridad a partir de las 22h00 hasta las 6am los cajeros están fuera de servicio.  Un amigo tuvo que pagar la cuenta del taxista.

8am. Retiro el dinero ahora sí. Camino al centro el taxista me cuenta de los grandes avances en seguridad que ha tenido la ciudad con una reducción sustancial del índice de robos, secuestros expres y homicidios.

El programa más conocido es la intervención de la Policía Militar en las favelas más peligrosas, rescatándolas del narcotráfico y de las mafias de robos y asaltos. Hoy las favelas militarizadas son vivibles y la gente lo reconoce como un gran logro. Comento sobre los cajeros, y me confirma que es parte de las medidas preventivas para evitar los famosos secuestros expres.

Ahora la gente se acostumbra a sacar dinero durante el día, reduciendo los riesgos en las noches, es cuestión de reprogramarse, me dice. Volverán a funcionar las 24 horas cuando las cosas se estabilicen.

Panamá, dos años atrás. Recuerdo la intervención del vice-alcalde de la ciudad de Medellín en un congreso sobre iniciativas de inclusividad. Su presentación explicaba en detalle el rescate de la ciudad de la delincuencia y la reducción de la criminalidad. Lo que más llamó la atención fue lo difícil que es crear una cultura de temor al delito, en vez de una de huir del peligro. Para lograrlo, lo principal, decía, es eliminar la impunidad, mejorar las cárceles, y apoyar la reinserción laboral y social de los ex convictos.

La impunidad tiene que ver con la eficacia y probidad del poder Judicial. Sobre todo de los jueces. La policía es clave también para eliminar desviaciones e incentivos a delinquir. Mucho se ha hablado y escrito al respecto, las fórmulas no son un secreto, pero el ingrediente clave para esto es liderazgo y compromiso de las autoridades y la sociedad civil, entre ellos, los medios de comunicación.

Mejorar las cárceles, o mejor dicho, transformarlas de antros de mayor resentimiento y vicios, en reformatorios de los convictos, a través de ayuda sicológica y el aprovechamiento del tiempo en aprender oficios productivos. Hay muchos ejemplos de colaboración entre fundaciones-empresas y gobierno que hacen esto.

Por último, y lo más importante, es apoyar a que quien sale de purgar su pena pueda conseguir un trabajo. El sistema actual de empleo impide esto. Alguien con antecedentes penales está vetado de un empleo normal, por lo que es rechazado, quedando solo la opción de regresar al “barrio”, o a la “banda”, donde los reciben con los brazos abiertos.

Las experiencias en Río, y la conferencia sobre Medellín, ofrecen ideas para una sociedad más segura. Conocemos que este bien público es todavía una deuda de muchos gobiernos, y al mismo tiempo, una aspiración fundamental de muchos. La sociedad sería más libre, y la economía más dinámica. Si es un derecho, ¿porque tarda en llegar?

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