Hace pocos días en Santiago de Chile se llevó a cabo el seminario: ¿Recuperaremos la confianza en Chile?  Abrió el evento el Ministro de Hacienda reconociendo que el bajo crecimiento de la economía tiene factores externos, pero también internos,  por la baja inversión como efecto de las reformas  impulsadas por el gobierno para atender el déficit del “contrato social”.

Mencionó que el ciclo de crecimiento basado en el boom minero terminó, y que las inversiones se deben redistribuir a nuevos sectores como el energético e infraestructura, pero toma tiempo.

Los otros panelistas, expertos economistas de la academia y las finanzas, resumen la situación así: los países desarrollados mejorando, China en franca desaceleración, los comodities seguirán baratos, las tasas de interés subirán, el dólar seguirá fuerte, y Latinoamérica complicada. En Chile, el entorno se perjudica por lo que algunos expertos han llamado el “shock autónomo de confianza”. Se refiere al brutal efecto de algún elemento independiente e interno que contribuye al magro crecimiento. Se trata de la desconfianza del sector privado respecto al manejo político.

Enseguida pienso en Ecuador. Nuestra macroeconomía es muy distinta a la chilena, pero hay algo en común: la economía afecta a la política y la política tiene una tremenda influencia en la economía. El contraste es útil para dimensionar la forma en que lo global está afectando a todos, pero lo local está influenciando más por las actitudes de los líderes.

En el país hay una crisis de confianza entre diversos sectores y el gobierno, y los intentos de diálogo han sido insuficientes por fallas de diseño y voluntades. Si bien la causa es la crisis económica, la solución política ejecutada en vez de ayudar a construir consensos, ha tendido a defender espacios y posiciones.

Como lo anticipamos, la recesión está cerca, y más que preocuparnos es necesario ocuparse de esto para salir bien. Argentina y Brasil ya están en recesión desde hace meses, pero el ser un país dolarizado nos hace distintos en la forma del ajuste.

No podemos devaluar, ni emitir dinero. Pero sí podemos sincerar el problema, adaptar las capacidades y abrir fuentes de liquidez real. Es decir, compartir las soluciones a los déficits, reducir los gastos de todo el sistema, y establecer incentivos creativos para la inversión y principalmente para exportaciones. Aunque los efectos son lentos, es lo que mejor defendería el sistema cambiario, y las expectativas pueden contribuir a una adaptación gradual hacia un nuevo modelo de crecimiento como en Chile.

Una mayor inestabilidad social solo empeoraría la crisis y complicaría las soluciones. El primer paso, debe ser un positivo shock de confianza. Alguna muestra potente es urgente.

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