Sebastián, 26 años, recién graduado, vive en Madrid.  Como todos los chicos de su edad pasa al menos 5 horas conectado.  La conexión se refiere al internet, donde tiene muchos mas “amigos” que los que ha hecho en toda su vida en su país. Lleva dos años buscando trabajo pero solo ha conseguido cosas temporales, sobre todo en los veranos cuando todos se van a la playa y necesitan desempleados permanentes para cubrir a empleados afortunados.Su consuelo es que hay miles como el, pero no se resigna. Ya ha salido a la Plaza del Sol una docena de veces a protestar invitado por otros amigos vía twitter.Hoy por Facebook se enteró que su ciber-amigo Jhon, de Connecticut, salió para New York a ocupar Wall Street para reclamar lo que otros doscientos en la red que frecuenta lo invitaron a participar.

No tenía nada que hacer, pero le parecía una buena idea ir a reclamar a los entontecidos por la codicia. Esperan presionar al gobierno para que regulen las compensaciones y ganen menos. No tiene idea de lo que su amigo Pierre de Francia le dice sobre una posible recesión en Europa, pero igual le envía fotos sobre la ocupación de ayer y lo importante que se sienten al ver los medios de comunicación entrevistándolos y pasando las noticias en todo el mundo.

Todos concuerdan que encontraron una nueva arma en contra de los gobiernos o de quienes hacen cosas que no les hace sentido. Pueden provocar, desde un mensaje en una red social, una bola de nieve de mensajes indignados para expresar masivamente sus insatisfacciones y ser escuchados con el apoyo de los medios de comunicación. Nadie sabe hasta donde pueden llegar, ni ellos mismos que los organizaron, pero algunas demostraciones en Medio Oriente con resultados impensados les dan fuerzas para activar esta corriente cada vez que lo creen necesario.

Las redes sociales están fortaleciendo su impacto en la colectividad, sobre todo de los jóvenes de clase media que son los más asiduos internautas, pero todavía falta comprobar su verdadero rol en la sociedad moderna.
Lo importante es lo que deben hacer los gobiernos y las instituciones con esto. Algunos manifiestan que es difícil definir el grado de representatividad de estos movimientos como para orientar decisiones. Además, usualmente no son movimientos organizados con liderazgos claros o voceros válidos. Pero eso no importa. Lo relevante es escuchar y discernir. Cuando los gritos son más fuertes y masivos, que importa si hay o no un líder detrás de ellos!
Las demandas de los llamados “indignados” de las semanas pasadas difieren por país. Para los europeos lo principal es el empleo, para los estadounidenses es parar la codicia de los banqueros, para otros el tema ambiental, para los chilenos es la educación. Al ser demandas distintas, se entiende que los instrumentos son globales, pero las percepciones, problemas y soluciones son locales.
Estamos hoy en día ante una generación de jóvenes insatisfechos con nuevos instrumentos de presión que ni los propios gobiernos, empresas u organizaciones civiles dominan. Además, estos jóvenes logran rápidamente la adhesión de otras generaciones por la legitimidad de sus protestas. Aprender a escucharlos es una nueva competencia a desarrollar por quienes afectan el presente y futuro de comunidades de personas.

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