Una empresa es sustentable no por su imagen, ni por su filantropía, sino por la forma en que crea valor y maneja los impactos sociales y ambientales en sus procesos y en la toma de decisiones tanto operativas como estratégicas, de tal manera que su éxito también sea compartido con los grupos que involucra y no afecte la calidad del medio ambiente para las siguientes generaciones.

El modelo de sustentabilidad parte de un análisis profundo de la cadena de valor del negocio identificando los impactos positivos y negativos que ejercen los procesos productivos, logísticos, comerciales y administrativos, para manejarlos adecuadamente. Se complementa con un gobierno corporativo de la empresa que proactivamente garantiza una estrategia, políticas, gestión de riesgos, talentos, la cultura adecuada, y protege los principios empresariales de tal manera que la estrategia sea ejecutada de manera íntegra, ágil y fluida, cuidando a todos los grupos involucrados, incluyendo el medio ambiente, siendo inclusiva y usando la innovación en todos estos aspectos para mantener la empresa rentable, joven, flexible y resiliente.

Es difícil no estar de acuerdo con esto, y es más difícil aún mantenerse fiel a estos elementos a pesar de las incertidumbres, volatilidad, hipercompetencia, tentaciones y el cortoplacismo de la presión por resultados inmediatos.

Ahora, estos conceptos son más complejos cuando se gestiona una empresa en la cual hay impactos más severos por la utilización de materias primas controvertidas, o la explotación de recursos naturales no renovables, o hay mayor involucramiento de comunidades rurales o urbanas en el negocio.

Es necesaria una discusión previa que enfrenta dogmas e interpretaciones antagónicos. Para algunos un proyecto que toque o use recursos no renovables, simplemente no se debería hacer, sin importar los efectos al progreso y desarrollo de las personas. Para otros, si el beneficio que aporta a la humanidad es positivo o mayor a los costos, debería hacerse asumiendo la responsabilidad y compensando los efectos colaterales. Unas guías importantes para resolver estos dilemas están en los 10 Principios de la red del Pacto Global, y en los Objetivos del Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas.

En la práctica, además de cumplir con las consultas previas a comunidades, y estudios de impacto ambiental, se debe siempre priorizar las tecnologías más limpias disponibles, y adoptar prácticas que permitan ganar reputación en la explotación de estos recursos cumpliendo las normas y voluntariamente auto regularse para anticipar los posibles daños colaterales, evitarlos o compensarlos adecuadamente, y en caso de cometer un error enmendarlo a tiempo sin importar el costo.

El Progreso no es gratis, y la sustentabilidad exige sacrificios de corto plazo.

Artículo publicado en diario El Comercio de Ecuador.

Agregar un comentario

Su dirección de correo no se hará público. Los campos requeridos están marcados *