Cuando a Collin Powell, ex secretario de Estado de Estados Unidos, le preguntaron porque no había insistido en una carrera presidencial, respondió que no lo hizo porque sus competencias estaban en un lugar diferente. Cuando uno es consciente de sus fortalezas y limitaciones, es mejor enfocarse en lo que uno es realmente bueno. Si no lo sabe aún, descúbralo cuanto antes.

Un político debe prepararse, aprender cómo funciona el Estado, escuchar, expresarse con claridad, lidiar con múltiples públicos con intereses diversos y en conflicto, buscar resultados en el bien común, vencer las tentaciones y acostumbrarse o sentirse cómodo con el escrutinio diario de la oposición y la prensa. Bill Clinton decía que un poco de teflón hace bien para que las críticas resbalen.

Una persona de empresa, dueño o ejecutivo, debe actualizarse, buscar oportunidades y mitigar riesgos casi con paranoia, llevar a cientos de personas a valores y objetivos comunes, resistir tentaciones, gestionar impactos a distintos grupos de interés, manejar la presión por resultados de sus inversionistas, crear mecanismos creativos para conquistar clientes con decenas de opciones y vencer a los competidores.
Sin la preparación adecuada y capacidad de resistir, muchos políticos y empresarios terminan de asesores sin clientes.
El Papa Francisco manifestó que todos debemos participar en política. También es común escuchar que la política requiere elevar el nivel, y que personas bien preparadas e intencionadas deben atreverse a pesar de los riesgos. Pero hay diferentes maneras de hacerlo.
Además de la partidista, la participación activa desde un rol propio o gremial es útil. Es válido actuar por el buen gobierno del país desde la participación responsable en los eventos electorales, en un cargo político, en un empleo público o privado, o en una fundación. Lo importante es hacerlo a cabalidad desde el lugar o posición donde esté su talento e interés.
Nada garantiza que un empresario o ejecutivo tenga las habilidades o competencias de un político. Tampoco hay garantía que un político pueda ser un empresario exitoso. Las habilidades necesarias son distintas, pero la relevancia de ambas vocaciones es parecida.

¿Es posible hacer el cruce? Sí. Sólo asegure que se hace por la razón correcta: servir al público o satisfacer una necesidad. Hacer de la política un negocio, o a un negocio tratar de fortalecerlo con la política, a la corta o a la larga, siempre desprestigia y sale mal.
Ubíquese entonces donde esté su vocación, y desde cualquier lado, tienda puentes al otro sector para invitar a la cooperación y complementarse uno al otro por el país. Así, será admirado, aunque no tan famoso.

 

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