100.000 BECAS

El gobierno brasileño, hace pocos meses atrás, inició una de las iniciativas más interesantes que, por los temas económicos del momento, ha pasado algo desapercibido.

Se trata de uno de esos programas visionarios, que pensando en el largo plazo, pocos líderes apoyan. Si bien muchos países tienen programas permanentes de becas y ayuda para estudios, en este caso, conscientes de la falta de innovación tecnológica del país, y de la insuficiente cantidad de profesionales calificados técnicamente para sustentar un crecimiento saludable a largo plazo, se creó el programa Ciencia sin fronteras que persigue becar en los próximos tres años a 100.000 brasileños jóvenes para que estudien en las mejores universidades del mundo.

De hecho, según estadísticas globales, en Corea del Sur sale 1 ingeniero de cada 4 profesionales graduados, en Brasil sale 1 de cada 50. Por otro lado, en países avanzados, el dos tercio de las patentes nuevas se generan en el sector privado, en Brasil solo un tercio.

Las áreas privilegiadas de especialización las constituyen fundamentalmente salud, ciencias exactas, ingenierías, nanotecnología, entre otras que están alineadas con los intereses del desarrollo del país.

El costo total del programa es de alrededor de dos mil millones de dólares, financiado el 75% por el gobierno y la diferencia por instituciones privadas. Como todo programa ambicioso existen desafíos. Uno de ellos es evitar la discriminación con un proceso de selección transparente y justo, siendo el desempeño académico el principal criterio para acceder a las becas.

Hay algunos mensajes que se desprenden de la relevancia de este programa:
El desarrollo económico requiere población educada, y también capacitada técnicamente para la Innovación tecnológica.

Cuando se carece de la capacidad local para generar conocimiento científico, el mundo puede ofrecer este acceso por la globalización del conocimiento y las formas de acceso hoy disponibles.

Gobiernos y empresas pueden hacer cosas en conjunto con otras instituciones civiles globales como Universidades e instituciones de apoyo (para selección de estudiantes o prospección de centros de estudios). Solo basta un buen propósito, y líderes dispuestos a apoyarlos con determinación, sin politizar ni influir negativamente en el proceso.
Lo más interesante es la visión de la presidenta Dilma Roussef de dar espacio y apoyo a la construcción de capital intelectual científico, lo que de hacerse bien, será muy reconocido como un legado extraordinario.

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