Se ha venido enfrentando el cambio climático con cumbres globales y grandes esfuerzos para lograr consensos que tiendan a controlarlo, pero en los últimos meses ha quedado evidente que aunque las epidemias no son nuevas en la historia de la humanidad, y el progreso de la medicina es evidente, nuevas enfermedades contagiosas emergen por la mutación de micro organismos que acompañan la sofisticación de las culturas, junto al aceleramiento de migraciones, los transportes y las comunicaciones, que afectan al desafío del desarrollo sostenible, por el impacto a la vida de los seres humanos, el funcionamiento de las sociedades y la economía.

Es necesario diferenciar una pandemia de epidemias o brotes fuertes de virus contagiosos. La primera genera un impacto a nivel mundial en relativamente poco tiempo, como aquellas vividas en 1918 con la llamada “gripe española” que afectó a casi 30% de la población mundial provocando millones de muertes. Luego se han dado otras de origen animal como la aviar en 1957 y 1968, y luego la porcina en 2009 que mató a 1 millón de personas, o la del Sida en los ochenta; por lo que las autoridades y las personas tienden a sobre reaccionar con brotes fuertes o epidemias, que son de mucho menor escala, lo que es razonable e incluso necesario, sin llegar al pánico imprudente, para evitar que se conviertan en pandemias.

Gripe española 1918

Aquí surgen algunos interrogantes respecto a lo que las empresas pueden hacer, y cómo las instituciones globales pueden ser más eficaces, adicionalmente a los esfuerzos y recomendaciones ya conocidos.

En primer lugar, una empresa debería evaluar su exposición en estos casos a través de al menos tres preguntas:

¿Qué tan vulnerables están los colaboradores y sus familias? Cuán afectado puede estar el negocio?, O si este es parte de la solución?

En el primer caso debe involucrarse en adaptar las condiciones de salud y seguridad actuando proactiva e integralmente. Profundizar el riesgo en el negocio junto con sus clientes y proveedores para mitigar los efectos. Y adaptarse para aumentar su oferta frente a la mayor demanda si es protagonista en la solución.

Por otro lado, cabe una reflexión sobre otras tres inquietudes: La comunidad científica global debe organizarse mejor para mejorar la capacidad de prevención de riesgos de ciertos hábitos humanos u otras circunstancias que pueden ser causa de posibles epidemias y pandemias. Deben crearse capacidades para nuevos procesos, normas o alianzas necesarias para reaccionar más rápido en desarrollar y distribuir vacunas. Además, fortalecer los sistemas de salud en los países para mejorar habilidades de prevención, reacción, comunicación y resiliencia.
Así como tenemos cumbres para el cambio climático, este problema requiere una atención más organizada y colaborativa a nivel mundial.

Un artículo de #SustainableManagementIniciative

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